sábado, 5 de diciembre de 2009

VAMOS A BAILAR

El pasado fin de semana fue genial. Nos fuimos al campo y no había guardián. Se cargó el grupo electrógeno y mi padre se cansó de pagar a un inútil. También era un poco ladrón y como regalo de despedida, nos dejó sin agua para lavarnos. Pero a nosotros no nos importó mucho. Duchábamos al niño con agua de fuente y el estaba encantado de pasar tiempo en una palangana que servía de bañera y piscina.

Por fin nos relajábamos un poco. Mis padres que estaban con nosotros pudieron descansar mientras aprovechábamos para pasar más tiempo con el chiquillo. El sábado por la mañana, Oscar pudo probar su nuevo invento : una canoa con vela.

Yo todavía no he conseguido hacer deporte, ni siquiera bucear. Pero ayer, tras una semana intensa de trabajo, me rebelé y fui a ver a mi amigo Haidar, a ver cuando organizamos una salida juntos. A ver si la semana que viene…

Nuestra futura casa empieza a parecer a una mansión acogedora. Claro, todavía no vivimos dentro, pero los muebles empiezan a encontrar su sitio en las habitaciones y el salón. Mientras limpiamos y preparamos la casa, el nene corre, come arena, se ensucia con delectación y se lo pasa bien. Por la noche vuelve a casa de los abuelos rendido.

Tenemos a una nueva niñera que cuida a nuestro bebé. No sé si durará mucho porque encuentro que habla más de la cuenta y a mí me gusta la discreción, pero parece rápida y agradable. Es joven, sólo tiene 22 años y se nota en su comportamiento. De repente me noto más vieja : ¡podría ser su madre!

Al anochecer, mis hombres se quedan dormidos… a partir de las 9h de la noche. Y como todos los sábados, la discoteca al aire libre que está cerca de la casa de mis padres nos invita a bailar a ritmo de biguine, samba, zouk. Para mi que me encanta bailar, es un suplicio oír esas músicas que me dan gana de mover el cuerpo, sin poder ir hasta la discoteca. Porque lo bueno de esos bailes es que normalmente tu cuerpo juega con otro que te lleva y según el bailarín, la sensualidad se hace más o menos fuerte pero te acelera los latidos del corazón.

En fin, tendré que consolarme con los ronquidos de mi querido marido que duerme a mi lado como un angelito.

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